Habitualmente, cuando vamos a comer a un restaurante, de todos los elementos que reclaman nuestra atención, posiblemente los que más pasan desapercibido son los cubiertos. Más allá de comprobar si están limpios o sucios, por regla general no intentamos averiguar de dónde proceden, puesto que el mercado de fabricantes de cucharas, tenedores y cuchillos no lo tenemos demasiado (o nada) controlado. Si cada herramienta cumple su función, nos damos por satisfechos. Pero, como en todo, hay quien sí que se obsesiona con estos instrumentos. Sin ir más lejos, los propios chefs que cuidan sus verduguillos de forma excesiva, y que no se conforman con unos caulesquiera. De no ser así, Dimitri Turcott Smekens no sería un artesano de los cuchillos.
Y no es que este belga haya decidido cambiar los fogones de la cocina por los de la herrería. Nada más lejos de la realidad. Por descabellado que parezca, él no se dedicaba a nada relacionado con el mundo de la dagas y las facas. Su principal ocupación no era otra que la de técnico de sonido. Durante el verano, iba de festival en festival, acompañando a distintos artistas para conseguir que lo que escuchaba el público fuera de la mejor calidad posible. De hecho, aún a día de hoy sigue dedicándose a eso. Pero solo durante la época estival.
Cuando el mal tiempo impide que los aficionados a la música disfruten del aire libre y los artistas aprovechan para descansar una temporada, el bueno de Dimitri se encierra en su herrería para transformarse en todo un artesano de los cuchillos. Sí, como suena. Y sí, podríamos pensar que antes de controlar los agudos y los graves, se dedicaba a comprobar si echaba más o menos sal a tal o cual plato. Pero no. Su pasión por los cuchillos surgió de una forma tan peculiar como la que es su principal ocupación a día de hoy.
Todo surgió fruto de otra de las grandes pasiones de Dimitri: la naturaleza. Más allá de su dedicación a los mandos de una mesa de sonido, posee un negocio con el que organiza viajes a la naturaleza. Gracias a este, cuenta que ha realizado con un amigo expediciones a distintas partes del mundo, en las que una de las premisas era ser totalmente autosuficientes. Ya fuera en mitad del desierto o en la montaña, tenían que ingeniárselas para encontrar el sustento necesario para seguir con vida.
Y fue ahí cuando se dio cuenta de lo importante que era contar con un buen cuchillo y, al mismo tiempo, de que su presupuesto no alcanzaba para hacerse con uno versatil y fiable. "Estaba buscando un buen cuchillo, pero el que quería era demasiado caro. Entonces pensé: ¿por qué no intentar fabricar mis propios cuchillos?”, cuenta el propio Dimitri Turcott. Así que, ni corto ni perezoso se puso a diseñar y fabricar sus propias herramientas de corte.
Se puso entonces a investigar, a leer, a consultar por internet, con el firme propósito de aprender el noble arte de la fabricación de cuchillos y así poder crear los que él siempre había querido tener. Es más, cuenta que cuando viajaba a algún otro país siempre localizaba a algún herrero de la zona para conocer técnicas, trucos y empaparse de todo el conocimiento que no aparecía en los libros ni en páginas webs. Hasta que llegó el día de ponerse manos a la obra y fabricar su primera daga, de lo que han pasado ahora 10 años. Por entonces, ni siquiera tenía muy claro cómo debía terminar su creación y malgastaba horas y horas con la lija tratando de pulir el metal.
Tras muchos errores y algún que otro acierto en su fase experimental, en la que aprendió de forma completamente autodidacta, este ingeniero de sonido reconvertido a artesano del metal logró lanzar al mercado su primera línea de cuchillos. La llamó ‘De Invasie’ y acudió con ella a una convención de diseñadores jóvenes. Los vendió todos. “Recibí muchas respuestas positivas de la gente que los compró”, comenta Dimitri, que ahora comercializa sus cuchillos a través de su firma Studio Blade.
Ahora que ya ha dejado atrás el viejo y rudimentario equipo que utilizaba por entonces y cuenta con herramientas más profesionales, este peculiar herrero destina la mayor parte de su tiempo a diseñar y crear cuchillos para chefs. Reconoce que cada vez está más orientado al mundo de la hosteleria. “Los chefs vienen a mi lugar de trabajo y pueden escoger qué tipo de madera quieren para el mango y me ayudan a determinar la forma del cuchillo”, cuenta Dimitri. “Después de eso, me pongo a trabajar. Recientemente, el gerente de un hotel encargó un cuchillo para una chef, que trabaja en Mónaco, de la cual estaba enamorado. Me pidió que creara un diseño femenino y se lo mandó".
Dedica la mayor parte de su tiempo como artesano a seleccionar los materiales más apropiados para cada una de sus nuevas creaciones. Aunque a la mayoría de los mortales nos importaría un bledo que el cuchillo tuviera el mango hecho con el cuerno de un búfalo de agua o con el de un toro, para Dimitri ese factor es clave. Y así se lo explica a quienes acuden a los cursos que da, en los que, eso sí, no desvela muchos de sus trucos.
Una de sus grandes bazas es, probablemente, el mezclar la música con los cuchillos. Ya en el primer post de su blog, fardaba dejando claro que la rapera belga Slongs Dievanongs utilizaba sus cuchillos. Él se encargaba de que su música sonara correctamente en sus conciertos y ella se encargaba de promocionar sus creaciones metálicas. Eso y saber desprenderse de la tecnología y trabajar solamente con sus manos. “Aquí no utilizo nada de tecnología”, apunta Dimitri. “Es como una bocanada de aire fresco, después de pasar horas frente a una pantalla dentro de un cuarto oscuro cuando trabajo en la industria musical". Y visto lo visto, no le ha ido nada mal. Ya pueden empezar a temblar los artesanos de las navajas de Albacete.
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Con información de Vice, Studio Blade y LinkedIn.
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