Es un club al que la mayoría de la gente no querría unirse, pero lo cierto es que lo pasan muy bien. Los individuos de frente despejada del Bald Men’s Club (Club de Hombres Calvos) de la nipona localidad de Tsuruta, situada unos 700 kilómetros al norte de Tokio, organizan cada año una celebración de su alopecia que ya quisiéramos para nosotros los pelones de otras partes del mundo.
Varias decenas de japoneses sin un pelo de tontos asisten a tan singular evento, que se celebra cada 22 de febrero en un balneario de aguas termales. A juzgar por las imágenes, de cuando en cuando se cuela alguno que no es calvo del todo, sino que clarea o tiene entradas prominentes, pero en general acuden individuos de todas las edades con una masa capilar más bien escasa.
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La última edición ha congregado a más de 30 calvos del país del sol naciente para celebrar su alopecia, hablar con naturalidad de sus innumerables ventajas (ahorro en peines y champús, almohadas sin trazas de cabello…) y escasísimas pegas (si acaso, algo más de frío en invierno, cosa que se soluciona con el gorro apropiado) y, sobre todo, disfrutar con los lances de una competición estrafalaria que a los ajenos nos deja boquiabiertos.
Los lampiños contendientes se sitúan uno frente a otro, agachados, enfrentando sus cabezas a una cierta distancia. Cada uno se coloca sobre el cráneo una ventosa, que se acopla a la perfección gracias a la ausencia del molesto e inservible pelo. Las ventosas de uno y otro luchador están unidas por una resistente cuerda. Ambos tiran. El primero que logre despegar la sujeción de su rival será el ganador. Tras vencer en cada fase eliminatoria, la gloria entre los calvos será suya.
“Todavía me duele la cabeza”, admitía Toshiyuki Ogasawara, calvo de 43 años, minutos después de tomar parte en la competición. “¡Creo que tengo que ponerme hielo!” Aparentemente, para ser el más viril de entre estos hombres de pelo en pecho (pero solo en pecho) hay que pagar un alto precio en jaquecas.
A juzgar por las declaraciones de los asistentes, vale la pena. Masatomo Sasaki, con 64 primaveras a sus espaldas, asistió por vez primera a la pasada edición. Desde que perdió su pelo a los 40, solía sentir cierta inseguridad, pero gracias al apoyo de sus compañeros ahora va por la calle con la calva bien alta. “Me siento orgulloso”, asegura. “Me siento bien con mi alopecia. Y eso es gracias a este club de calvos”.
Unos 65 individuos igualmente satisfechos, todos ellos mondos y lirondos, forman parte del visionario Bald Men’s Club de Tsuruta. Fundado en 1989, cuando además del Muro de Berlín se derribó el de los prejuicios contra las personas de cabello pobre, la filosofía de sus miembros es “ver la calvicie de una forma positiva, divertirse e iluminar al mundo con sus brillantes cabezas”.
Desde luego, su cita anual y sus delirantes duelos de arrancar ventosas con la cabeza han cruzado fronteras. La prensa internacional se ha hecho eco de la iniciativa, cuyo objetivo es seguir creciendo hasta tornarse en un evento global.
Teijiro Sugo, el septuagenario que preside el club, espera que su mensaje llegue a todos los rincones del planeta en los próximos años. “Quiero que todos los calvos del mundo se junten aquí para que podamos organizar los Juegos Olímpicos de la alopecia”, sentencia.
Desde luego, ambición e ideas llamativas no le faltan. Ahora el gran reto es sacar a los pelones del armario para que proclamen con orgullo, a voz en grito, lo mucho que les gusta su calva.
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Con información e imágenes de Reuters
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