Podría ser la clave para que el ya eterno LeBron James revalide su anillo con los Cleveland Cavaliers o que el escurridizo Stephen Curry se lo arrebate con la camiseta de los Golden State Warriors. No se trata de un duro entrenamiento y, de hecho, para estas estrellas de la NBA será mucho más duro: consiste en algo tan sencillo (y escalofriante) como pensar en la muerte antes de ponerse a meter una pelotita en una cesta.
Esta singular preparación deportiva también puede servirte a ti, porque, al fin y al cabo, recordar a la parca acongoja lo suficiente como para venirse arriba y pasar a ser un mejor deportista. Suena raro, pero tiene su explicación científica, así que nada de pensar en Rocky Balboa subiendo todos los escalones que hay en el mundo mientras suenan los acordes de ‘Eye of the Tiger’ o en el señor Miyagi dando cera y puliendo cera. Lo mejor es echar cuentas de los días que nos quedan de vida.
Según un estudio publicado en el 'Journal of Sport and Exercise Psychology' llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad de Arizona, al recordarle a un jugador de baloncesto lo inevitable que es su propia muerte este se pone las pilas: tira más veces y encesta en más ocasiones. En otras palabras, mejora su rendimiento sin necesidad de dopaje.
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Para llegar hasta semejante descubrimiento, Jeff Greenberg y el resto de investigadores reclutaron a varios jugadores de baloncesto con el fin de jugar un par de partidos. Tras el primero, los participantes en el estudio fueron divididos de forma aleatoria en dos grupos: la mitad debía responder a un cuestionario sobre sus sentimientos respecto al baloncesto, mientras que el que debían responder el resto de los jugadores versaba sobre sus pensamientos respecto a su propia muerte.
Esta encuesta de mal gusto tuvo unas consecuencias que ni las primas económicas a los equipos de fútbol que se juegan la salvación en el último partido de la liga. Tras responder al cuestionario sobre su defunción, los jugadores aumentaron en un 40 % su rendimiento en un segundo partido respecto al primero. Como era de esperar, el otro grupo no mejoro nada.
La parca te persigue
Por si este primer experimento era poco esclarecedor (a la par que cruel), los investigadores quisieron ir un paso más allá y apretar algo más las tuercas a los jugadores de baloncesto. A los deportistas se les propuso un desafío de tiro a canasta, algo sencillo cuyo truco estaba en la explicación del reto: divididos, una vez más, en dos grupos, uno de ellos recibió las explicaciones de un investigador con camisa; el otro las recibió de un investigador ataviado con una camiseta con una calavera dibujada por la palabra ‘Death’ (“muerte”, en inglés) estampada.
Una vez más, la parca hizo de las suyas. Los jugadores que vieron la camiseta escabrosa se centraron más y encestaron un 30% más de tiros que los baloncestistas que vieron una camisa normal y corriente.
Efectivamente, tras este estudio no había una motivación exclusivamente sádica. Más allá de recordarles que la vida son dos días (y verlos sufrir por ello), lo que pretendían los investigadores era poner a prueba la conocida como teoría de la gestión del terror, según la cual el ser humano busca una forma simbólica de inmortalidad cuando cae en la cuenta de que cada hora que pasa son sesenta minutos menos que quedan para estar alimentando a los gusanos.
De hecho, esta teoría ya había sido demostrada en el laboratorio: distintos experimentos habían servido para corroborar que, ante tareas controladas y sencillas y al recordarle que ‘tempus fugit’ y toda esa parafernalia, el ser humano mejora su rendimiento. Sin embargo, esta es la primera vez que se realiza un experimento para demostrar que estos pensamientos afectan en el rendimiento de comportamientos complejos, en el mundo real.
Así, según el equipo de investigadores de la Universidad de Arizona, no solo de jugadores de baloncesto se alimenta la teoría de la gestión del terror. En realidad, cualquier deportista podría mejorar su rendimiento teniendo presente a la escuálida señora de la guadaña y, de la misma forma, un oficinista podría mejorar su productividad si se le recuerda que cada vez está más cerca del último día.
Quizás, eso sí, no sea el método más sano para sacar lo mejor de cada uno. Ya sea para que un deportista de élite, entre batidos de proteínas y barritas energéticas, llegue a ser el mejor del mundo o para que un currito normal y corriente logre hacer unos informes con una prosa que ni Cervantes, ir metiendo miedo por la vida quizás sirve para lograr el efecto contrario: en vista de que la vida son dos días, puede que más de uno recoja sus cosas y se vaya a recorrer mundo para disfrutar al máximo del poco tiempo que nos queda. Para todos los demás, recordar que la parca nos está buscando día sí día también puede ser más que útil. Nunca un miedo fue tan rentable.
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Con información de Ars Technica y Universidad de Arizona.
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